15 abril 2007

 

Cuestionario de AEFJ dentro del concepto de un comercio de “libre intercambio”.

Qué pensáis de:

1.- El derecho del país a proteger su producción agrícola i les barreras aduaneras.
Forma parte del Derecho a la Soberanía Alimentaria, que va más allá del Derecho a la Alimentación (reconocido en la Declaración Universal de los Derechos Humanos, en 1948) i más allá del Derecho a la Seguridad Alimentaria, formulado en el contexto de las agencias especializadas de la FAO, por el cual la manera d’acceder a la alimentación puede variar entre cultivar para alimentarse, ganar dinero para comprar alimentos, o recibir alimentos como ayuda social en caso de incapacidad.
El concepto de Seguridad Alimentaria permite a los grandes productores de alimentos del Norte y del Sur argumentar que la mejor solución para los países pobres es importar alimentos a bajo precio del extranjero y no intentar producirlos ellos mismos. Pero el camino de la Seguridad Alimentaria no ha dado buenos resultados, porque a pesar de los enormes esfuerzos por aumentar la producción en el contexto global, el número de personas famélicas en el mundo ha aumentado. La Seguridad Alimentaria es más bien la definición de un objetivo que un programa con políticas específicas orientadas a la erradicación del hambre y la mala nutrición.
La AEFJN está de parte del Derecho a la Soberanía Alimentaria, que se define como “el derecho de los pueblos a definir su propia alimentación y agricultura; a proteger i regular la producción y comercialización nacional a fin de conseguir objetivos de desarrollo sostenibles; a determinar la medida en que quieren ser autosuficientes; a restringir el dumping de productos en sus mercados; i a proporcionar a las comunidades de pescadores artesanales la prioridad en la administración del uso de recursos acuáticos y los derechos sobre estos recursos“, lo que conlleva el derecho de las economías agrícolas familiares o de poblados a mantener los propios cultivos y a comerciar rentablemente con ellos. La Soberanía Alimentaria és un posicionamiento, un marco de reflexión en el cual se han de ir desarrollando políticas concretas de comercio que garanticen la sostenibilidad de la producción. Es una visión global o nacional orientada a la producción más que al acceso a la alimentación de grupos o personas desfavorecidas. Si está bien planteada, favorecerá el acceso a la alimentación i a la extensión de los cultivos propios de cada zona.
La Soberanía Alimentaria implica el derecho de un Estado a frenar la inundación de productos alimentarios sobre su mercado y a controlar este mercado propio. Hay que prestar atención a los países africanos, ya que los estados pueden decidir un acuerdo que convenga a sus intereses pero no a su población, lo que ocurre con frecuencia porque la sociedad civil participa muy poco o nada en los acuerdos. La Soberanía Alimentaria significa una alternativa revolucionaria al modelo neoliberal dominante, que tiende a ver la realidad sólo desde un ángulo económico y comercial, desde donde las personas son únicamente consumidoras de alimentos, sin otras consideraciones humanas y sociológicas. La Soberanía Alimentaria se preocupa de las causas del hambre y no sólo de los efectos. Las personas son, en este caso, consumidoras y a la vez productoras activas de los alimentos. Y, dentro de esta lógica, se han de defender los intereses del pueblo o país antes que los intereses de la CEE.
Este concepto de Soberanía Alimentaria está muy cerca de la Doctrina Social Católica. Por ello y por la experiencia y conocimiento de los países africanos, pensamos que les Antenas europeas deberían aportar una contribución válida a este debate.
Dicho esto, sabemos que las organizaciones como el FMI i la OMC tienden a proteger la industria y los grandes distribuidores agroalimentarios del Norte y del Sur, y a destruir los medios de subsistencia de agricultores familiares, controlando todo el ciclo alimentario.
La avalancha de productos agrarios fuertemente subvencionados sobre los mercados mundiales conduce a la ruina de los agricultores locales. Esta práctica, a la que se opone la Soberanía Alimentaria, es una grave injusticia y contribuye al descenso de la producción agraria, al abandono de los cultivos tradicionales siempre en los países más pobres, al aumento del hambre y al paro en aquellas poblaciones.
La Soberanía Alimentaria defiende el derecho de los pueblos a protegerse contra el dumping mediante la aplicación de tarifas protectoras, a conservar la capacidad de recibir precios remuneradores por sus productos y a ser dueños de su propia forma de vida.

2.- Exigencia de la Unión Europea a hacer respetar el derecho internacional por las compañías transnacionales que trabajan en Europa y África.
Las legislaciones, lógicamente, nunca han de perjudicar a los países pobres. Por eso, en nombre de la Soberanía Alimentaria, les compañías transnacionales no pueden explotar ni devastar a los pueblos africanos o europeos que las acogen. Han de obrar con justicia y hacer respetar el derecho internacional que protege la dignidad de los nativos: la seguridad en el trabajo, la remuneración, las condiciones de vida i costumbres, el medio ambiente (que incluye lo cultivos autóctonos), el patrimonio cultural.
Pero todo ello está, por ahora, muy lejos de cumplirse. I por esto nos piden que presionemos al máximo para que no se firmen los acuerdos presentados para este 2007 entre la CEE y los países de África y el Caribe.

3.- Derecho de los países de África y Europa a constituirse en mercados únicos protegidos.
Esto puede ser una gran estrategia para que se garantice el derecho a la Soberanía Alimentaria como derecho específico de los pueblos, vinculante para los Estados y garantizado por la Organización de las Naciones Unidas.
El texto que se presenta parece bueno, pero no tiene en cuenta la realidad de los países pobres, y está concebido con criterios europeos. A los países pobres no les conviene el “libre comercio”, sino el comercio “justo y equitativo”.

4.- Derecho de acceso a las semillas, a la tierra, al agua, a los créditos.
Se deriva del Derecho a la Soberanía Alimentaria, que significa poder contar con los cultivos escogidos por la población y adaptados a su territorio, medio ambiente y formas de vida. Pero esto no es tenido en cuenta por la actual cultura industrial, en la cual los medios de producción – tierra, agua, semillas – están en manos de las empresas, convirtiendo así a los campesinos o bien en esclavos de los pagos o en refugiados de las “bidón-villas”. En una economía de soberanía alimentaria, el Estado proporcionará a los pequeños agricultores los recursos necesarios para producir sus alimentos. La reforma agraria y la redistribución de la tierra es el medio más apropiado para realizarlo.
Si somos realistas, sabemos muy bien que los Estados no se preocupan por las realidades pequeñas o medianas. En nuestro país esto ha quedado muy claro con las experiencias del girasol (que ha suplantado el olivo), la soja, las plantaciones de eucaliptos, etc., que dejan el terreno exhausto para otras posibles producciones.
Es necesario que este derecho sea reconocido por las organizaciones mundiales: OMC, FI, BM..., organismos que, hasta ahora, han demostrado una enorme insensibilidad ante los problemas monetarios y la dignidad de los pobres, y siempre han aplicado políticas discriminatorias en beneficio de los países del Norte, dentro de una visión neoliberal de las relaciones comerciales. Es decir, no tienen en cuenta la Soberanía Alimentaria de los pobres, ni el respeto por la naturaleza que en su diversidad es muy necesaria para el planeta. Solo atiende a los beneficios comerciales de los ricos.

5.- Gestión del entorno, del medio ambiente.
El actual sistema de monocultivos industriales es económicamente eficaz y rentable, pero para el medio ambiente es un desastre. Los monocultivos reducen la biodiversidad y el valor nutritivo de la alimentación. La destrucción del medio ambiente en aras de los beneficios financieros comporta la pérdida de las riquezas animales y vegetales para las generaciones futuras que sufrirán las consecuencias de nuestro crimen ecológico. Pero en los países en vías de desarrollo el perjuicio es inmediato, ya que la biodiversidad es más frágil y, por tanto, más vulnerable.
La Soberanía Alimentaria, en cambio, defiende la producción de alimentos por explotaciones familiares que respeten los procesos naturales. Sin ir más lejos, aquí en nuestro país los gobiernos no han promovido la agricultura ecológica… y menos, la han subvencionado.
La enseñanza oficial de la Iglesia, hasta ahora, apenas se ha detenido en los principios de la justicia medioambiental i en el deber de preservar la riqueza y la diversidad de la vida para les futuras generaciones.
Es evidente que en la agroalimentación industrial de gran escala se deben abandonar los métodos que degradan el medioambiente y volver a una práctica ecológicamente sana de la agricultura familiar, en línea con una espiritualidad que respeta la especificidad de todo ser vivo, dejando atrás la filosofía económica actual que ve en los seres humanos unos simples productores y consumidores. En nuestro país, los gobiernos han estado más interesados en que se establezcan empresas como Mc Donald’s y otras, pese a los problemas que ya se detectan de malnutrición en niños y adolescentes con problemas de obesidad.

La Soberanía Alimentaria no es sólo un modelo económico alternativo, sino que propone también un nuevo modelo espiritual en el que la calidad de las relaciones humanas y la relación armónica con el resto de la creación se antepongan a los intereses económicos inmediatos.



Antena BCN, 14 de marzo del 2007

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